Antes de ser mamá, fui hija.
Ser hijo es un rol con el que naciste pero que no elegiste, y a veces nuestros padres no fueron lo que esperábamos, y es algo que damos por hecho. Resulta que yo llevaba mucho tiempo con un cultivo de odio y rencor hacia mis papás. Y no me mal interpretes, yo tuve unos papás bastante normales y buenos, pero soy una persona altamente sensible, así que mal encaminada puedo recordar todo y vivir revolcándome en mi papel de víctima.
Como mamá soy bastante buena, digamos que tengo el instinto maternal muy desarrollado y que abracé este nuevo rol con singular alegría. Me hizo crecer muchísimo, y el crecimiento dolió, pero me sentí estancada, algo no me permitía seguir creciendo, algo me estaba frenando.
Un día en el cumpleaños de uno de mis hijos tuve un roce con mis papás y rápidamente mi niña interna salió a reclamar, y ahí fue cuando dije: ¡basta! Así que empecé terapia y comencé a resolver todas esas cosas que tanto me estaban impidiendo ser feliz y que además eran pésimo ejemplo para mis hijos.
Lo que pretendo con esta pequeña historia es expresarte que para poder crecer tenemos que hacer los cambios que se necesiten.
Tenemos que trabajar en nosotras mismas antes que exigirles a nuestros hijos, y al final para poder ejercer al cien nuestra paternidad tenemos que trabajar en perdonar y honrar a nuestros padres, quizás sientes que tu no escogiste a tus padres pero si puedes elegir como tratarlos y perdonarlos.