Siempre quise ser mamá joven, como mi mamá. En 3ero de secundaria supe que queria estudiar Medicina. Al principio quería ser pediatra, pero en 3º año, cuando empiezas a ver niños, supe que no era lo mío. Por 3 años no sabía que especialidad escoger, me gustaba estar en quirófano y también en consulta. La rotación de Ginecología, que ocurre en el último año de la carrera, la disfruté como ninguna otra, y supe que era lo mío.
Inicié la residencia sin pensar en ser mamá. En esas guardias nocturnas, en hospitales públicos y privados, veía principalmente maestros doctores, y solo una que otra doctora. Cuando se prestaba la ocasión, les preguntaba cómo combinaban el trabajo y familia, pues me empezaba a preocupar esa cuestión.
Salí de Ginecóloga en el 2014, y 1 año después conocí a mi esposo, que es ingeniero. Todo fue rapidísimo: nos conocimos en febrero 2015, empezamos a vivir juntos en agosto, en abril 2016 sin planearlo (¡el colmo de una ginecóloga!) estaba embarazada, nos casamos en mayo, luna de miel a Australia en junio y Damián nació en diciembre del 2016.
Como ginecóloga proparto, no imaginaba nada más que un parto maravilloso, pero no fue así: cesárea necesaria a la semana 39, después de trabajo de parto, con dilatación completa, por procidencia de mano (su mano entera venía delante de la cabeza, no podia nacer así). Lloré mucho antes de que me pasaran a cesárea. Por eso comprendo tanto a mis pacientes que anhelan parto y al final se necesita una cesárea. El inicio de la lactancia fue muy bueno porque desde el día 1 acudió Nora Cáceres (asesora de lactancia) a ayudarme al hospital, por eso siempre recomiendo asesora a mamás primerizas.
Mi recuperación fue súper rápida y favorable. Tenía varias pacientes embarazadas que necesitaba ver, así que a las 2 semanas postcesárea me extraje leche, se la dejé a mi esposo, y me fui a ver 4 pacientes al consultorio. Batalló para darle por primera vez biberón, pero después de ahí, lo agarró bien. Llevé una lactancia exclusiva, no a libre demanda, si no con horario flexible (Damián cooperó bastante bien). Hice uso del chupón pues yo no podia ser esa succión no nutritiva que mi bebé necesitaba. Entre mi suegra y mi papá cuidaban a Damián en las mañanas, y mi mamá (que era maestra en ese entonces) lo cuidaba en las tardes. Al trabajar solamente de manera privada en mi consultorio, yo sola fui regulando mi horario, agendando más citas poco a poco, hasta que tenía incluso más trabajo que antes de embarazarme.
Los desvelos de la maternidad no me afectaron mucho, me lo imaginaba peor, pero la residencia me entrenó bien. (Sólo la primer noche en casa al regresar del hospital, esa si fue de locos, ¡que cosa! Ahí empezó el chupón jaja). Además, esas tomas de lactancia a las 2-3-4 am eran mis preferidas de todo el día, en total oscuridad y suma tranquilidad.
El extractor medela fue mi mejor amigo. Me sacaba entre pacientes, me sacaba antes y después de cirugías, hacía lo imposible para llegar y darle yo la toma directamente, y me daba mucho sentimiento cuando llegaba y le acababan de dar del banco de leche 5 minutos antes, porque ya estaba llorando de hambre. Tuve mastitis 3 veces, el peor dolor del mundo. A pesar de tener excelente producción, a los 8 meses y medio estaba demasiado cansada para seguir. Me tomé las pastillas para cortar la producción, con la dosis que dicen los libros, justo como yo se las había recetado a muchas mamás que me las habían pedido… ¡Que ingenua! Claro que no fue suficiente, fue súper doloroso hacerlo de golpe.
Estaba súper platicado entre mi esposo y yo que queríamos dos hijos. Al año de nacer Damián me quité el DIU Mirena, y en 1 mes estaba embarazada. No pensé demasiado en la vía de nacimiento, estaba un poco resignada a otra cesárea, pero quería intentar un parto si todo se acomodaba. Siempre les he dicho a mis pacientes que si quieren un parto, hay que ser pacientes. A la semana 38 empecé con contracciones cada 10-15 minutos, no dolorosas. ¡Duraron 5 días! Puso a prueba mi paciencia. Decidí que si no nacía el fin de semana me programaba para cesárea el lunes… Pero el viernes 21 de septiembre del 2018, a sus 38.6 semanas, se volvieron más frecuentes. Llegué al hospital a las 2pm, Sarita nació perfecta, de 2500 grs a las 6:17pm, un parto lindo, con anestesia, fórceps de salida, y 4 circulares de cordón a cuello. No lo podía creer, ¡estaba súper feliz de haber tenido mi parto después de cesárea!. Tenía miedo de tener un segundo hijo, porque crees que nunca lo vas a amar como al primero… Pero inmediatamente al nacer, mi corazón se expandió.
La recuperación fue mejor aún. Me molestó la episiotomía 7 días, pero al día 8 fue como si nada hubiera pasado. Tenía una paciente que le había atendido su primer bebé, y estábamos embarazadas del 2º de las mismas semanas. Le dije: si tengo parto yo te atiendo a la semana. ¡Y asi fue! Al día 8 ya estaba atendiendo un nacimiento, con el Medela de mejor amigo de nuevo. La lactancia de Sarita fue mayor reto, porque ya tenía 2 hijos, más trabajo y además ella no tenía un horario bien establecido. A la semana de nacida, viendo el caos de tener 2 hijos, le dije a mi esposo que teníamos que darnos un respiro y un viaje solamente los dos, a mediano plazo. Los abuelos felices de quedarse cada uno con un nieto. Separamos ese día vuelos para irnos a esquiar en 5 meses, se nos hacia muy lejano. ¡El tiempo pasó volando! Durante el viaje me extraje leche cada vez más espaciado y junto con las pastillas fue suficiente para terminar la producción, sin tanto dolor. Me arrepiento de haberle dado sólo 5 meses, pero también recuerdo que ya estaba muy cansada física y mentalmente.
Puedo decir que como ginecóloga, hay un antes y un después de ser mamá. Definitivo las entiendo en muchas situaciones ahora, y eso me ayuda a ser más empática. Hay otras que no me tocó vivir (infertilidad, aborto), pero después de verlo tanto, me imagino lo difícil que puede ser.
Así que no fui mamá joven (lo fui a los 31 y 33 años), no soy una mamá que cocina diario o hace galletas en la casa, y nunca seré la mamá coordinadora del salón. Soy una mama ginecóloga, con horario imprevisto, pero muy práctica y ordenada. Además, tengo una red de apoyo inmensa entre los 4 abuelos y mi esposo, que siempre están al pie del cañón pues saben que un nacimiento es primordial. La culpa siempre va a estar presente, de que no estoy siempre para mis hijos, pues necesito ese tiempo para mis pacientes. No me ha tocado perderme cumpleaños, pero si Navidad y Año Nuevo… Y tal vez haya graduaciones, festivales o partidos a los que no voy a poder asistir, pero el saber que están con su papá o abuelos, me hace de cierta forma estar tranquila (además de que me mandan siempre mil fotos jeje). Sé que Damián y Sarita un día se darán cuenta que tienen una mamá plena y feliz, y eso será un ejemplo para que ellos también procuren su felicidad.