Hola, soy Anapau Garza Lagüera tengo 30 años y soy de Monterrey. Me gradué como psicóloga y terminé mi maestría embarazada de Adrián mi primer hijo, quién me llevó a encontrar mi profesión y vocación. A los 9 meses nos dimos cuenta que venía bebé número dos, Alejandro. Hoy Adrián tiene 3 años, Ale tiene 1.5 años y mi esposo y yo cumplimos 5 años de casados y 10 de novios!
Yo empecé mi maternidad muy emocionada y dentro de lo que cabe “preparada” para recibir a mi bebé. Soy apasionada del estudio y la ciencia y leí mucho antes de su llegada para hacer todo con las mejores herramientas disponibles. Me preparé para tener parto natural sin anestesia por todos los beneficios que esto le daría a mi bebé, me preparé para tener éxito en mi lactancia etc. y todo lo iba logrando de maravilla.
Las cosas iban fluyendo como lo había planeado y las demandas según me había preparado, excepto por un pequeño detalle, Adrián crecía y crecía y no dormía. Una noche llegué a contar hasta 12 despertares, lo que en realidad equivale a no dormir para nada. Así como las noches, los días eran igualmente desafiantes, no lograba que durmiera sus siestas si no era arriba de mi y duraban poco. Sobre este tema en particular, no me había informado antes, me parecía obvio que al paso de unos meses, el bebé dormiría porque “es lo normal”, pero no fue el caso.
Después de 6 meses de no dormir NADA, mi esposo y yo nos decidimos por entrenar el sueño de Adrián, lo que en mi cabeza sonaba terrible, pero el agotamiento producto de la privación de sueño tan grande, ya no nos dejaba más opciones para seguir adelante… y entonces la vida cambió!
Entrenar fue un reto, pero el método que utilizamos era gradual, era gentil y de acompañamiento, y de verdad, lo hicimos con todo nuestro amor. Los resultados fueron la evidencia más grande de que habíamos hecho lo correcto, mi esposo y yo estábamos otra vez sanos, descansados, mi bebé también, podía dormir sin frustración, sin enojo y descansar bien de día y de noche.
Esta transformación me llevó a darme cuenta que en la rigidez y el perfeccionismo no iba a encontrar las respuestas a mi maternidad, sino en la flexibilidad y el uso del criterio. No hay medallas de honor a la mamá más agotada o privada de sueño. Esto también me llevó a encontrar mi vocación; apoyar a mamás que como yo, quisieran ayudar a sus hijos a dormir pero con estrategias amorosas, que cuidaran el vínculo madre-hijo, pero también tomaran en cuenta la salud mental de los padres que es tan ignorada en algunas posturas radicales.
Mi misión hoy como asesora del sueño infantil, además de ayudar a todos esos niños a descansar adecuadamente para su desarrollo óptimo, es apoyar a esas mamás agotadas y desesperadas, que tiene miedo y culpa al pensar en hacer cambios en el sueño de sus hijos. Yo estoy aquí para decirles que no están solas, que es un reto enorme y que si lo enfrentan la vida les cambiará para bien, porque unos papás descansados son papás que tienen ganas de entregarse a sus hijos, de convivir, de jugar.
Por otro lado, unos papás agotados, son papás que quieren dormir y no les quedan ánimos de convivir y pasar tiempo de calidad con sus hijos, y créanme que la evidencia científica nos indica que esto impacta mucho más en el apego que lo que pueden impactar un par de noches de entrenamiento (hablando específicamente de mis métodos, no métodos de dejarlos llorar solos). El apego surge sobre todo en la convivencia, el contacto piel con piel, el contacto visual, en responder a sus necesidades y acompañar.
Ser una mamá “descansada” (dentro de lo que es realista) me ha permitido cumplir con muchas otras metas y retos de la maternidad, como darle pecho 1 año a cada uno de mis hijos (que sin dormir, habría desistido por la frustración y agotamiento), me ha dado energías para jugar, convivir en verdad y hasta para crear mi negocio y proyecto de vida. El autocuidado, además de ser indispensable, es también una enseñanza valiosa a dejarles a nuestros hijos. Primero tienes que estar bien tú para poder apoyar a los demás.
No nos tenemos que resignar a una vida de agotamiento, desánimo y frustración… la felicidad no es la meta, es el camino por el que quieres andar rumbo a tus metas y por el que quieres que tus hijos caminen también. ¡No dejes de hacer lo que necesitas para permitirles ser felices juntos!