Soy Angie, tengo 33 años y vivo en Monterrey. Soy diseñadora, maestra, esposa y mamá de Sebastián, Nicolás y Eugenia.
Cuando nos enteramos que vamos a ser mamás, empezamos a idealizar, cuestionar y planear tanto nuestro embarazo, como el momento en que conoceremos a nuestro bebé: que si serán muchos los malestares y las náuseas, que si iremos a subir mucho de peso, que si llegará a la fecha que nos dijo el doctor, que tipo de parto queremos, como nos irá a ir con la lactancia, etc. Y aunque nadie está lista en realidad para nada de esto, confiamos ciegamente que el camino será perfecto… pero, ¿qué pasa si no es así?
Mi primer embarazo fue perfecto desde el principio. Transcurrieron las semanas en completa paz: no tenía nauseas, mi energía estaba intacta, no había subido ni siquiera 1kg y además ¡era niño!
El lunes 14 de diciembre del 2009, en mi cita de control, todo ese sueño se convirtió en algo muy cercano a una pesadilla: Tenía 2cm de dilatación y estaba en trabajo de parto a las 25 semanas. No teníamos opción… de la consulta nos fuimos directo a urgencias.
Dormí en cuidados intensivos creyendo que tendría que recibir a un bebé de 600 gr con todos los pronósticos en contra. Recé toda la noche, la mas aterradora de mi vida.
Gracias a Dios, en la mañana me pasaron a piso y estuve 3-4 días esperando se redujeran las contracciones y se estabilizara la situación. El diagnostico fue: INCOMPETENCIA CERVICO-UTERINA. ¿Qué es eso? El cervix (cuello del útero) no tiene la capacidad de soportar mas de cierto peso y cuando el bebé llega a ese peso el cervix se abre y en la mayoría de los casos termina en un aborto espontáneo pues suele pasar antes de la semana 15. Dado dicho diagnóstico, que yo llegara a la semana 25 ya era bastante “milagroso” por decirlo de alguna manera.
La solución era aparentemente simple, se tenía que hacer un cerclaje (un amarre en el cervix) lo más pronto posible. El problema: teniendo dilatación y el bebé tan abajo, el procedimiento podría reventar la fuente y entonces el parto prematuro sería inevitable. Tuvieron que hacerme una amniocentesis previa para reducir el liquido a lo mínimo permitido y asi reducir la presión para después, al día siguiente, realizar el cerclaje. Estuve casi 10 días en el hospital para después estar 10 semanas en reposo absoluto en casa.
A la semana 34 empece de nuevo con labor de parto, estuve una noche en monitoreo y pudieron controlar las contracciones para mandarme a casa… esa semana me sentí muy mal y en la cita de las 35 semanas el doctor me explicó que el bebé ya estaba sufriendo estrés y que lo ideal sería programar una cesárea pues de cualquier manera me tenía que retirar los puntos del cerclaje. Yo tenia 24 años, estaba asustada y tenía poca información asi que así lo hicimos. Sebastián nació pesando 2.900 kg a las 35.6 semanas, el 20 de febrero del 2010. No necesitó incubadora ni ningún tipo de ayuda.
Después de esta experiencia decidimos esperarnos para tener un segundo hijo, ni siquiera sabíamos si nos atreveríamos a pasar por lo mismo. Cuando Sebastián cumplió 3 años, decidimos que estábamos listos para volverlo a hacer. Las cosas no se dieron fácilmente y un mes después de que Seb cumpliera 4 (en marzo del 2014) nos enteramos que estábamos embarazados de nuevo. Otra vez éramos los papás mas felices del mundo.
Esta vez, conociendo mi condición, las citas de control eran mas continuas y el monitoreo era mas profundo. Como Sebastián ya era grande, yo podía evitar el trabajo “pesado” de atender a un niño mas pequeño. Me tomé un año sabático del colegio y me relajé. El 8 de septiembre, después de mi cita regular, me mandaron a hacer reposo relativo pues el cervix se estaba empezando a reducir… esta vez estuve 7 semanas “en cama” pero no fue necesario el cerclaje pues el reposo fue suficiente para detener el proceso. Yo acordé con el doctor que íbamos a intentar que fuera parto natural pues ya había leído que si era posible pues habían pasado ya mas de 4 años de la cesárea.
En la cita de la semana 35 (de nuevo) el doctor me dice que el bebé estaba en posición, yo tenía contracciones relativamente continuas y todos los síntomas previos al trabajo de parto, sin embargo a decir del doctor, el bebé no estaba bajando y para evitar que se estresara programaría de nuevo cesárea. Yo nuevamente confié (pues además es un excelente y reconocido doctor) y Nicolás nació a las 36.1 semanas, el 24 de octubre del 2014. Pesó 2.500 kg.
Al considerar tener un tercer hijo empecé a leer mucho más, 7 años después de mi primer embarazo había muchísima más información. Investigando acerca de mi condición y mis opciones descubrí que en ninguna de las dos cesáreas habían sido necesarias, y que lo que dicen de que los doctores las prefieren por comodidad, es cierto en la mayoría de los casos.
Para mi tercer embarazo cambié de doctor y fue la mejor decisión que pudimos haber tomado. Me confirmó que efectivamente no es necesaria una cesárea aún con un cerclaje, pero tristemente, después de dos cesáreas ya no podía tener un parto natural.
Esta vez volví a tener un cerclaje, pero ahora fue preventivo (en la semana 14) pues Nicolás todavía era muy chiquito y bastante inquieto. La cirugía fue ambulatoria, estuve una semana en reposo y no dejé de trabajar hasta la semana 30 que salimos de vacaciones. Eugenia nació de 36 semanas, el 24 de julio del 2017 y pesó 2.450 kg. Tuve una cesárea consciente, humanizada y alojamiento compartido los 3 días que estuvimos en el hospital.
Definitivamente aunque las cosas no salgan como las planeamos, nuestra arma mas poderosa es la información. No dejen de preguntar cuando algo no parezca normal, pidan segundas opiniones y confíen en su intuición de mamá, nunca falla.